(1) Alrededor del año 2000 / 2001 tuve la ocasión de hacerle una
entrevista a Alejandro Dolina, en el sótano del café Tortoni, junto con mi
amigo Valentín Fernandez. Se me había ocurrido una pregunta que me pareció
ingeniosa, para la difícilisima responsabilidad de empezar el diálogo: “Si
tuvieras que hacerte una entrevista a vos mismo… cual sería tu primera
pregunta?”. “Esa justamente”, me contestó el inteligentísimo Dolina sin
pensarlo más que algunos segundos; “Me preguntaría a mi mismo: si tuviera que
hacerme una entrevista, cual sería mi primera pregunta”… “ Y que te
responderías?”, le pregunté alcanzando a enganchar con el engranaje de la
conversación, pero ya viendo como me había hecho algo así como un jaque mate en
dos movimientos: “bueno, justamente, me respondería de esta misma manera”,
dijo.
--- Por qué decidiste incluir la fecha en el título de la
entrevista?
Bueno, creo que ya viví suficiente tiempo como para darme
cuenta de que el pensamiento serio es evolutivo. Es muy probable que dentro de
algún tiempo, sea mucho o poco, ya no piense lo mismo que hoy, o por lo menos
no exactamente lo mismo. Por eso es tan importante la fecha. A partir del siglo
veinte pareciera que ya es muy difícil pensar sin la clave de que el hombre es
una entidad espacio-temporal y que los dos conceptos de espacio y de tiempo no
se pueden separar sin perjuicio. Pongámosle que hoy es 13 de Noviembre de 2014
y que además estoy en una casa de la localidad de San Antonio de Areco.
--- Cómo es que llegaste a dedicarte al oficio de la
construcción de instrumentos?
Pienso que yo generé una relación muy estrecha con la
guitarra desde muy chico. Pienso más arriesgadamente todavía: que no podría
prescindir de la guitarra por mucho tiempo sin resultar dañado profundamente,
digamos un año, dos. Tengo el recuerdo de que alrededor de los catorce o quince
años, un verano salimos de vacaciones con mi familia, y yo que hacía pocos años
que tocaba la guitarra tomé la decisión de no llevarla de viaje, porque ocupaba
mucho espacio y todo ese tipo de consideraciones. Ese suceso me marcó mucho, puedo
decir que ese mes sufrí la ausencia del instrumento como nunca, cuando volví a
mi casa lo primero que hice fue sacar la guitarra de la funda. Ya como a los
dieciocho o diecinueve años, varias personas me decían que se sorprendían de no
verme con la guitarra colgada a la espalda, si por algún motivo no la había
llevado al lugar adonde iba en cada caso. Los que me conocen saben que es
totalmente cierto.
Supongo que lo de
construir guitarras tiene algo que ver con eso. Si como dice Spinetta, un día
explota la neutrónica y zafamos muy pocos, voy a tener que saber como construir
yo mismo una guitarra por razones de supervivencia…
Obvio que esto no
es totalmente verdad a nivel histórico, personal, pero se inscribe dentro de la
categoría de los falsos recuerdos de infancia, como los descritos por Salvador
Dalí en su autobiografía secreta.
El hecho concreto
de que me haya dedicado al oficio de construir guitarras tiene algún sentido
como manera de vivir. El trabajo de taller ofrece la posibilidad de ganarse el
sustento básico sin poner en juego la propia dignidad, y logrando una
disciplina espiritual en el trabajo. Esto no es siempre intrínsecamente así,
hay que lograrlo. Hay que pensar que el bebedor no es cualquiera que se toma
unas cuantas botellas de alcohol, sino el que puede hacerlo sin tocar fondo y
saliendo ileso. El oficio de luthier tiene algo similar, hay que saber hacer una
guitarra y salir ileso, y aunque de afuera no parezca, es algo muy difícil de
lograr. Ahora, como negocio, digamos como emprendimiento comercial, se puede
decir que es malísimo.
---Por que?
Cualquiera que
haya pensado con detenimiento en la economía puede entender que llevar adelante
un trabajo de tipo productivo en la Argentina de esta época es una locura. Es
más, esto trasciende incluso la situación del país y hasta de la época: todos
viven de los que trabajan, que son pobres. Es mil veces más fácil y rentable
hacer un negocio, con el mínimo riesgo y responsabilidad, y el máximo rédito
económico. Ahora, hacer un negocio implica a veces relacionarse con cosas muy
bajas, y esto tiene un costo a otro nivel, pongámosle existencial. No hay que
ser fanático ni fragmentario, la economía no es todo en la vida. Incluso las
cosas más importantes no se consiguen por medio de estrategias de tipo
económico a nivel dinero. Después, claro, hay otro concepto de la economía más
abarcativo, entendido como economía biológica de la naturaleza, pero ese es un
asunto aparte.
Hace poco tiempo me
decía en una charla mi amigo el artista Nacho Soneira, que un pintor muy
conocido (y acá asumo la ignorancia de no acordarme quien era) decía que la
vida del artista es como un bosque frondoso, y que cada cuadro que el artista
pinta es un árbol que se tala irreversiblemente en el bosque. Relaciono lateralmente
esto con que el único capital real del que se dispone en la existencia es el
tiempo, y construir una guitarra demanda mucho tiempo. Si se toma esto en
consideración, se pague lo que se pague nunca va a ser buen negocio. Desde el punto de vista administrativo, vivir
de un trabajo productivo es como mantener un ambiente iluminado prendiendo un
fósforo atrás de otro. Se puede decir que es una locura, por muy buenos que
sean los fósforos. Mientras que hacer una transacción de tipo comercial no
implica necesariamente el tiempo de vida del que se beneficia con las ganancias.
---Pero entonces, se puede ser feliz desarrollando un oficio
como este?
El problema ético
de la felicidad tiene una clave: no dejarse alienar por los objetivos. Esto
implica haberle dado una vuelta de 360 grados al problema ético existencial para
redundar en un concepto, relacionado a que la vida trascurre en momento
presente. Si se le da más importancia a como se hacen las cosas que al hecho de
terminarlas, ya se tiene medio problema resuelto. Los objetivos funcionan
solamente como ideas regulativas para organizar todas las acciones individuales
y unificarlas.
Llevado al taller,
esto implica ser intransigente con los procesos de fabricación de un
instrumento, no puede haber ninguna parte del instrumento que se desarrolle en
base a sacrificio o sufrimiento, en un ambiente feo o insalubre o incómodo. Por
eso creo que no se puede trabajar con la presión del trabajo comprometido de
antemano, a pedido. Implicaría darle más poder al cumplimiento del objetivo que
a la manera como se hacen las cosas.
Esto se relaciona
también con la idea de tratar de prescindir al máximo posible del uso de maquinaria.
Estoy trabajando en eso, desarrollando procesos manuales para piezas que ya
tenía resueltas mediante el uso de máquinas. Construir una guitarra no vale la
pena el ruido de las máquinas, no vale la pena los árboles que se talan ni vale
la pena tampoco la salud del constructor o cosas como dejar de prestarle
atención a los hijos. Menos todavía, toda la parafernalia de cosas puestas en
movimiento para traer, por ejemplo, materiales que viajan miles de kilómetros,
pasan por cientos de procesos burocráticos y pagan decenas de impuestos de
aduana. Ninguna cosa “vale la pena” en el trabajo productivo o industrial, en
el sentido de justificar un sacrificio o algo desagradable o destructivo por
una finalidad que se cree (dudosamente) buena. Si se entendiera esto y se
aplicara, creo que la vida en general sería mucho más linda para todos. “Hay que impedir que juegues para el enemigo”
ya que estábamos nombrando al flaco.
--- Claro, pero mientras uno desestima los objetivos, se van
acumulando las deudas y hay que pagarlas igual. Como haces para compatibilizar
estas dos cosas?
Asumo la
responsabilidad del místico: trato de que una grieta en el revoque de la pared
no se adueñe de mi persona. Al que está dispuesto a entregarse, enseguida lo
domina la crecida del pasto, la llegada de los impuestos, el índice de
inflación. Pero claro, tampoco se puede
dejar que todo se destruya: ahí está el nudo del asunto, en como se sale
intacto caminando sobre cuchillos. (((Hace algunos años escribió mi amigo
Ismael Rabendo en una canción: “mientras tanto la comida y otras mitades…
tratan de herirme en lo intacto pero esa es mi proa”))). Yo creo que todos los
que aspiramos a la dignidad somos un poco fakires, como en la canción de
Masliah. En definitiva creo que tiene que ver también con uno de los meollos de
la filosofía, como llevar adelante la idea regulativa de que el Yo es una
entidad estática que permanece intacta mientras todo alrededor cambia de manera
peligrosa todo el tiempo. Esto tiene alguna relación con lo que se llama la
dinámica de las mutaciones en la filosofía oriental, y puede llevar a un punto
de contacto entre el pensamiento de las dos latitudes terrestres: que la
disciplina del espíritu para resolver este tipo de problema está estrechamente
relacionada con la “impecabilidad” de Juan Matus.
---Pensas que esta manera de organizar las cosas puede
llevarte al éxito?
El éxito personal
es una cosa muy poco seria para cualquiera que se comprometa a fondo con el
pensamiento. No hay que pensar mucho para darse cuenta de que el éxito
individual es algo sin asidero, inconducente, que no sirve para nada. Sobre
todo porque el éxito implica intrínsecamente la derrota de los otros, y esto
atenta de lleno contra el concepto de comunidad. Mientras el ser humano
desestime la idea de que hay cosas que solamente pueden alcanzarse mediante un
concepto de comunidad que excede el éxito individual vacío, se va a permanecer
muy bajo. Por eso también este tema hace un link hacia el problema del uso de
máquinas: los procesos maquinados están relacionados de manera muy estrecha con
la lógica de la acumulación y la carrera de la competitividad.
---Pero hablás de comprometerse con los objetivos
comunitarios y a la vez tu propuesta de vida consiste en permanecer trabajando solo
en un espacio que te garantiza algunas comodidades; no sería más lógico pensar
que el trabajo por objetivos trascendentes implica ir a meterse de lleno donde están
los problemas de los otros?
Bueno, yo soy de los que creen que uno tiene la
responsabilidad de hacerse cargo de algún objetivo trascendente que quizás le
está predeterminado; ahora, cual es, es algo muy difícil de saber, hay que
beber del río Mnemósine. Siempre es mucho más fácil alienarse en objetivos pseudocomunitarios
o políticos que no sirven para nada, creyendo que se hace algo mientras se está
cada vez más lejos de lograrlo. De repente está el error de creer que el
compromiso social tiene que ver con volverse un mártir o un líder; cuando por
ahí se trata de algo mucho más sencillo y menos egocéntrico.
Una vez una persona que había tenido
experiencias de vida muy intensas y oscuras me dijo: “antes yo pensaba que
había que cambiar el mundo; después me di cuenta de que hacer cosas para embellecerlo
ya es bastante”. Claro que yo en ese momento no entendí la verdadera dimensión
de lo que me estaba diciendo, pero con el paso del tiempo entendí que a lo
mejor hay una ecuación individual que uno puede hacer, y que implica dar mucho
más beneficio que perjuicio, en todos los aspectos de la vida. Para poner un
ejemplo supongamos que yo para construir una guitarra hiciera 8 horas de ruido
diario, contaminara el aire con lacas o residuos tóxicos, o explotara gente,
seguramente que esa ecuación no estaría funcionando. Ojo, hay que prestar mucha
atención y pensar muy a fondo, porque todas las situaciones lamentables que
vivimos suceden en nombre de nadie: es la sumatoria del descuido por
premeditación o por omisión de todos juntos, implicando la falta de
sensibilidad y el pensamiento tipo “brocha gorda”. Entonces, y yo en esto sigo
el pensamiento de los antiguos, el mal se hace principalmente por ignorancia y
por falta de atención. La única solución
a este asunto depende de cuestiones relacionadas con la autenticidad del ser,
que es algo que en definitiva no tiene nada que ver con cuestiones de orden
socio-económico.
---Como última pregunta: que esperas de esta entrevista?
Que no me la copie
la gente de guitarras Antonio Lagos, como hicieron con todo lo que escribí para
mi sitio web anterior…